Sabía que él podía sentir el dolor en su carne, pero aun así solo había conseguido de él una leve mueca de dolor en su rostro, que enseguida había desaparecido.
Así que, guarde el mechero y cogí el martillo.
Tenía una insana necesidad de romperle las piernas.
¿Qué si le iba a doler? Claro que sí.
¿Qué si iba a hacerlo sufrir? Ya tenía claro que sí mucho antes de empezar.
"Bum!" un golpe seco y certero en la rodilla.
Un grito de dolor agónico y lágrimas desesperadas saliendo de sus ojos.
-¡Para! ¡Para, por favor!-Gritaba.
Me acerqué a su oído y le susurré.
- ¿Qué tal sienta ser la victima?
Me miró con muchísimo odio.
Tal vez le habría gustado rematarme cuando tuvo la oportunidad de hacerlo.
-Sucia puta...-Dijo.
Y sonreí.
Porque no tenía intención de dejarlo con vida esa noche.
"Bum!" una mano. Otro grito.
Y aun quedaba mucha noche hasta que quisiera poner fin a su lenta tortura.
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