Y el ángel se tiró al vacío. No le importo la enorme caída hasta el mundo mortal. Sus alas se deshacían por cada centímetro que caía.
Y al fin llegó al suelo.
Y la estaban esperando; los que se tiraron antes que ella, los que abandonaron su vida en los cielos, los que lo dejaron todo.
Pero la conciencia del ángel que había sido no desapareció del todo en ella, como en el resto, cuando se tiró.
Y por eso ahora vaga por la tierra, condenada a tener, por siempre, plumas negras que le recuerden, de quien tiene que vengarse y delaten lo que una vez fue. Justo antes de caer.
Y ella cayó.
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